Se suele pensar que la vida de un futbolista profesional está rodeada de admiración y éxito, pero no siempre es así. Si a eso le sumamos que muchos recorren el camino del fútbol lejos de casa, el costo emocional puede ser alto. Francisco Bonfiglio lo sabe bien. Con 22 años, el delantero volvió a Argentina hace dos años para buscar su lugar en la Primera División. Hoy, afirma estar motivado y enfocado en esa meta, con la esperanza de que Atlético Tucumán sea ese lugar soñado.

Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Ha enfrentado la soledad, la desmotivación y la presión de destacarse en un deporte muy competitivo. "Sí, no te voy a mentir, hubo momentos difíciles", confiesa a LA GACETA con sinceridad. "Nunca pensé en dejar todo, pero sí la pase mal anímicamente. Hay rachas en las que te sentís atrapado, como si solo pudieras ver un árbol delante tuyo y no el bosque completo. Salir de ahí puede llevar semanas o incluso más tiempo", detalla.

El joven delantero reconoce que el fútbol, los entrenamientos y el vestuario ayudan a superar estas dificultades que afectan a todos en mayor o menor medida. "Cuando apoyas la cabeza en la almohada o estás solo, empezás a pensar si estás haciendo lo suficiente, si realmente estás dando todo de vos. En esos momentos recurro a mi familia o a mi novia. Les cuento lo que siento porque ellos me dan claridad y me ayudan a seguir adelante. Eso sí, hay que tener cuidado por las distancias", aclara.

Su novia, sus padres y su hermano viven en España, lo que obliga a Bonfiglio a hacer un esfuerzo extra. “Cuando debuté en Primera, que es el sueño de todos los chicos que juegan a la pelota, volví a mi departamento caminando. En ese momento vivía en la calle Marcos Paz. Terminó el partido, me fui solo del estadio y, al llegar, no podía creer que había debutado. No me lo imaginaba así”, relata sobre aquel partido entre Atlético y Argentinos que terminó 0-0 y en el que jugó 22 minutos.

A pesar de las adversidades, Bonfiglio tiene claro que el fútbol le ha dado mucho y no deja que los bajones anímicos lo detengan. "Siempre pienso en lo afortunado que soy. Hay muchísimos chicos que darían lo que fuera por estar en mi lugar, jugando en la Primera División de Argentina. No puedo perder de vista eso, aunque tenga un mal día o me enoje por algo que pasó en el entrenamiento. Esa gratitud es la que me ayuda a hacer un clic y volver a empezar", concluye.

Para Francisco, el desafío de ser futbolista no se limita al esfuerzo físico. La presión por superarse constantemente, la competencia interna en el plantel y las decisiones que están fuera de su control pesan mucho. “Nosotros nos ponemos mucha presión. Queremos mejorar todos los días, pero te das cuenta de que no todo depende de vos. El técnico toma decisiones, pasan cosas en los partidos y hay lesiones que no podés prever. Lo único que puedo hacer es ocuparme de lo que depende de mí: entrenar al 100% y estar listo para lo que venga, ya sean 10, 15, 45 o 90 minutos”, dice. Con esa mentalidad enfrenta su día a día.

El delantero también aprovecha la charla para destacar el apoyo que encuentra en el grupo de jugadores de Atlético, especialmente en aquellos con quienes comparte momentos fuera del club. “Somos seis o siete los que vivimos en el barrio y nos llevamos muy bien. Compartimos entrenamientos, viajes, comidas y, aunque a veces necesitas un momento a solas, siempre hay alguien con quien reírte o charlar. Con ‘Cata’, por ejemplo, entramos en el gimnasio juntos y siempre estamos tirando chistes. Sabemos que nos vamos a divertir, más allá del trabajo serio que hacemos todos. El grupo es muy unido, y eso se nota adentro y afuera de la cancha, a pesar de cualquier resultado, bueno o malo”, afirma.

Entre los referentes del plantel, Bonfiglio destaca a Luis “Pulga” Rodríguez y al “Bebe” Acosta. “Son líderes que guían con el ejemplo y la experiencia. Cuando las cosas no están bien, ellos son los primeros en aparecer y poner la cara por el equipo. Aprender de jugadores como ellos es una oportunidad única que estoy aprovechando”.

Además de su pasión por el fútbol, Francisco encuentra tiempo para fortalecer su mente con otras actividades. “Me interesan mucho la nutrición y las finanzas. Leo mucho sobre genética y alimentación. Estoy estudiando Nutrición y también me gusta hacer talleres de cocina. Estas cosas me ayudan a desconectar y a crecer como persona”, comenta el delantero, que lleva disputados 11 partidos desde su llegada al “Decano”.

Francisco ha encontrado en la cocina un refugio para desconectar del fútbol y sobrellevar la soledad. Esos talleres le han permitido ampliar su círculo social y aprovechar mejor su tiempo libre. “Cocinar me ayuda muchísimo. Cuando estoy en la cocina, mi mente se calma. Dejo de pensar en lo que pasó en el entrenamiento o en las cosas que no puedo controlar. Hago de todo: carnes, pastas, lo que venga, y mientras cocino suelo poner alguna serie o película de fondo. Es mi momento, donde todo está bien”, dice. Entre sus favoritas están Prison Break, Game of Thrones y Gladiador.

Con una madurez que sorprende para su edad, Bonfiglio reflexiona sobre el aprendizaje que le ha dejado su carrera hasta ahora. “El fútbol me enseñó que siempre hay que estar preparado porque no todo depende de vos. A veces necesitas hacer una pausa y desconectar, pero también recordar lo que lograste y lo afortunado que sos de estar donde estás. Eso es lo que me ayuda a seguir adelante y a dar lo mejor de mí cada día”.

Desde la cocina hasta los entrenamientos, Bonfiglio sigue construyendo su camino en Atlético. Lo hace con los pies en la tierra y el corazón lleno de gratitud por las oportunidades que la vida le está dando. Mientras tanto, entrena por la mañana en el club, por la tarde en el gimnasio y, cuando tiene un día libre, recorre el sendero de El Funicular o sale a correr por Avenida Perón o Aconquija. Vive lejos de su novia, con quien mantiene una relación a distancia desde el secundario, y de sus afectos más cercanos, pero lo hace convencido de que este sacrificio es necesario para lograr sus objetivos.